EL
CORREDOR DEL LABERINTO: LAS PRUEBAS
Dirección:Wes
Ball
Reparto: Dylan
O'Brien, Giancarlo Esposito, Aidan Gillen, Nathalie Emmanuel, Kaya
Scodelario, Ki Hong Lee, Thomas Brodei-Sangster, Dexter Darden,
Alexander Flores, Jacob Lofland, Rosa Salazar, Patricia Clarkson,
Barry Pepper.
La primera parte de “El
Corredor del Laberinto” tal vez se recuerde como una de las
películas adolescentes más frenéticas, misteriosas y bien llevadas
de los últimos años. Por desgracia también se recuerda como una de
las más absurdas e incongruentes, rallando la categoría de paja
mental. Con la absoluta certeza de que el escritor pensó antes en la
trama que en como quería acabarla dando como resultado un final que
malogra y manda a tomar viento todo el misterio que se había ido
generando a lo largo de la película. Como un caramelo con relleno
sorpresa de estiércol rancio que acaba por fastidiarte la
experiencia en su totalidad.
Se sumaba así a esa acusada
tendencia de que la novela adolescente que acaba llegando a la gran
pantalla parece cumplir el requisito de no tener pies ni cabeza. ¡Ni
falta que le hace! Pues en contraposición a los grandes autores de
distopías del siglo XX (Orwell y Huxley) o incluso el círculo de
Inklinks (Tolkien y Lewis), parece que a los nuevos autores se la
trae floja crear un mundo consecuente con sus premisas. Dando pie a
grandes contradicciones y a tramas que solo se sostienen si uno mira
para otro lado y hace como que no se ha enterado de nada. Así
abundan las chorradas varias, véase “Los Juegos del Hambre”,
“Cazadores de sombras”, “Crepúsculo” y mi favorita
“Insurgente”. En definitiva cualquier chorrada andante que haga
sentir al adolescente de turno especial, con un poco de tinte gótico
ya de paso y que ejemplifique su lucha contra sus mayores, su falta
de integración y sus instintos sexuales hacia ese rebelde de ojos
azules. No me atrevería a denominarlo literatura basura, pero si me
atrevería a decir que la mayoría de las historias hablan de los
mismo, denotando una falta incipiente de originalidad y sin la menor
preocupación por crear mundos complejos que funcionen por si solos.
Eso si, se venden que da gusto.
Así que tras ese “Surprise
Motherfucker” que fue el final de la primera entrega, la segunda
intenta redimir los errores haciendo como que lo de antes no ha
pasado. Dylan O'Brian y sus colegas del club de footing laberíntico
salen de la susodicha estructura y se encuentran con un mundo
sospechosamente parecido al del “Fallout”. Tirado del éxito del
serial, este mundillo está habitado por estrellas de la TV como
Giancarlo Espsito (Breaking Bad) o Aidan Gillen y Nathalie Emmanuel
(Juego de Tronos). Y básicamente vagaran por el desierto mientras
todo quisqui les persigue. Primero CRUEL, (Para que al espectador
despistado le quede claro que son los malos de esta historia), luego
zombies, y hasta una tormenta de rayos. La cuestión es correr coño.
Y seguirán corriendo y corriendo al estilo Forrest Gump para llegar
hasta una resistencia que se supone que les va ayudar, que vienen a
ser cuatro pavos en mitad del desierto con una camioneta y cuatro
tiendas mal montadas. Para mi que se quedaron sin presupuesto a mitad
de película.
Pero no nos engañemos, la
película no está del todo mal, maneja bien la tensión y las
escenas de acción están bien pensadas. No obstante, siguiendo el
patrón de su predecesora, te marean durante hora y media para al
final contarte algo que carece de relevancia o de sentido. Y después
de tragarte sustos, peleas, edificios derrumbándose y helicópteros
futuristas tope tochos, vienen a quedarse como al principio, y tu
ciscandote en todo lo vivo porque te das cuenta de que en el fondo no
te han contado nada.
De este modo, poco a poco el
género distópico va perdiendo el gancho que antaño tuvo, sirviendo
de escenario para aventuras infantiles que bien podrían suceder en
el patio de un colegio pero por dar más emoción las plantan en un
yermo. Se pierde esa esencia, esa madurez en la narración y en la
psicología de los personajes de saberse solos en un mundo desgastado
por la codicia humana. Para dar paso a ligoteos, parkour y
adolescentes rebeldes. Que dejen en paz al fin del mundo. Ya basta de
capitolios, insurgentes y clubs de footing laberínticos. El lector y
el espectador joven debe madurar cuanto antes para empezar a
distinguir la carnaza comercial de la narración inteligente.
Despertar su ansia por conocer lo que hay más allá y descubrir que
otro tipo de historia es posible. “The Road” del maestro Cormac
McCarthy, esa si es una buena historia. A ver si nos ponemos serios y
nos dejamos de tanta mierda que ni entretiene ni despierta interés.
A ver si ponemos fin a esa retorcida y avariciosa industria que
planea programar a toda una generación de jóvenes con
electroencefalograma plano.
Nota: 4/10
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