Magnolia

"No dejes que nadie te diga que no tienes que arrepentirte de nada. No los dejes . ¡No! Te arrepientes de la mierda que te dé la gana. Úsalo. Úsalo. Usa ese remordimiento para lo que te dé la gana, de la forma que quieras. Lo puedes usar. Oh Dios mío, es un camino largo y sin meta, una pequeña historia final. Digo...amor, amor, amor. Esta jodida vida...Oh, es jodidamente difícil. Es tan larga. La vida no es corta, es larga. Es larga maldita sea."

viernes, 2 de octubre de 2015

EL CORREDOR DEL LABERINTO: LAS PRUEBAS


Dirección:Wes Ball
Reparto: Dylan O'Brien, Giancarlo Esposito, Aidan Gillen, Nathalie Emmanuel, Kaya Scodelario, Ki Hong Lee, Thomas Brodei-Sangster, Dexter Darden, Alexander Flores, Jacob Lofland, Rosa Salazar, Patricia Clarkson, Barry Pepper.

La primera parte de “El Corredor del Laberinto” tal vez se recuerde como una de las películas adolescentes más frenéticas, misteriosas y bien llevadas de los últimos años. Por desgracia también se recuerda como una de las más absurdas e incongruentes, rallando la categoría de paja mental. Con la absoluta certeza de que el escritor pensó antes en la trama que en como quería acabarla dando como resultado un final que malogra y manda a tomar viento todo el misterio que se había ido generando a lo largo de la película. Como un caramelo con relleno sorpresa de estiércol rancio que acaba por fastidiarte la experiencia en su totalidad.

Se sumaba así a esa acusada tendencia de que la novela adolescente que acaba llegando a la gran pantalla parece cumplir el requisito de no tener pies ni cabeza. ¡Ni falta que le hace! Pues en contraposición a los grandes autores de distopías del siglo XX (Orwell y Huxley) o incluso el círculo de Inklinks (Tolkien y Lewis), parece que a los nuevos autores se la trae floja crear un mundo consecuente con sus premisas. Dando pie a grandes contradicciones y a tramas que solo se sostienen si uno mira para otro lado y hace como que no se ha enterado de nada. Así abundan las chorradas varias, véase “Los Juegos del Hambre”, “Cazadores de sombras”, “Crepúsculo” y mi favorita “Insurgente”. En definitiva cualquier chorrada andante que haga sentir al adolescente de turno especial, con un poco de tinte gótico ya de paso y que ejemplifique su lucha contra sus mayores, su falta de integración y sus instintos sexuales hacia ese rebelde de ojos azules. No me atrevería a denominarlo literatura basura, pero si me atrevería a decir que la mayoría de las historias hablan de los mismo, denotando una falta incipiente de originalidad y sin la menor preocupación por crear mundos complejos que funcionen por si solos. Eso si, se venden que da gusto.

Así que tras ese “Surprise Motherfucker” que fue el final de la primera entrega, la segunda intenta redimir los errores haciendo como que lo de antes no ha pasado. Dylan O'Brian y sus colegas del club de footing laberíntico salen de la susodicha estructura y se encuentran con un mundo sospechosamente parecido al del “Fallout”. Tirado del éxito del serial, este mundillo está habitado por estrellas de la TV como Giancarlo Espsito (Breaking Bad) o Aidan Gillen y Nathalie Emmanuel (Juego de Tronos). Y básicamente vagaran por el desierto mientras todo quisqui les persigue. Primero CRUEL, (Para que al espectador despistado le quede claro que son los malos de esta historia), luego zombies, y hasta una tormenta de rayos. La cuestión es correr coño. Y seguirán corriendo y corriendo al estilo Forrest Gump para llegar hasta una resistencia que se supone que les va ayudar, que vienen a ser cuatro pavos en mitad del desierto con una camioneta y cuatro tiendas mal montadas. Para mi que se quedaron sin presupuesto a mitad de película.

Pero no nos engañemos, la película no está del todo mal, maneja bien la tensión y las escenas de acción están bien pensadas. No obstante, siguiendo el patrón de su predecesora, te marean durante hora y media para al final contarte algo que carece de relevancia o de sentido. Y después de tragarte sustos, peleas, edificios derrumbándose y helicópteros futuristas tope tochos, vienen a quedarse como al principio, y tu ciscandote en todo lo vivo porque te das cuenta de que en el fondo no te han contado nada.

De este modo, poco a poco el género distópico va perdiendo el gancho que antaño tuvo, sirviendo de escenario para aventuras infantiles que bien podrían suceder en el patio de un colegio pero por dar más emoción las plantan en un yermo. Se pierde esa esencia, esa madurez en la narración y en la psicología de los personajes de saberse solos en un mundo desgastado por la codicia humana. Para dar paso a ligoteos, parkour y adolescentes rebeldes. Que dejen en paz al fin del mundo. Ya basta de capitolios, insurgentes y clubs de footing laberínticos. El lector y el espectador joven debe madurar cuanto antes para empezar a distinguir la carnaza comercial de la narración inteligente. Despertar su ansia por conocer lo que hay más allá y descubrir que otro tipo de historia es posible. “The Road” del maestro Cormac McCarthy, esa si es una buena historia. A ver si nos ponemos serios y nos dejamos de tanta mierda que ni entretiene ni despierta interés. A ver si ponemos fin a esa retorcida y avariciosa industria que planea programar a toda una generación de jóvenes con electroencefalograma plano.


Nota: 4/10

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